



No queríamos irnos del hogar de los tíos, sin dejarles un regalito. Les hicimos el juego del tesoro escondido en la casa para que encuentren sus obsequios. Fósforo leía las adivinanzas y Rosita iba en busca del regalo. Les encantó el juego y los animalitos de peluche que les dejamos de recuerdo.
A la mañana siguiente nos siguieron con el auto en caravana para hacer la despedida. Luego de dar unas vueltas por la plaza principal y llamar la atención de todo el pueblo con las bocinas, nos acompañaron hasta la ruta. Paramos en el cartel de entrada y nos sacamos las últimas fotos. A Lea le costó varias lágrimas despedirse de este maravilloso pueblo y de su agradable familia. ¡Gracias Tartagal!


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